sábado, 6 de septiembre de 2008

La vida está hecha de momentos

Esta frase, lapidaria, es verdad se mire por donde se mire. Todo nuestro mundo está construido por ráfagas, pequeños instantes que recordamos al echar la vista atrás para ver en qué nos hemos convertido. No es el titular de un manual de autoayuda ni el axioma alrededor del cual se construye una nueva filosofía. Salió de la boca de Nieves, cuando, después de perder dos partidas de dardos, nos atrevimos a mirar al futuro, ron mediante.
Es cierto que nuestra vida se compone de momentos, buenos y malos, y que quizá son estos últimos los que más nos enseñan, pero a la vez los que menos recordamos. Es una de las ventajas de la memoria selectiva: tenemos grabada a fuego la primera sonrisa de una chica bonita, ésa con la que desarmó nuestro corazón, pero cuando nos dijeron adiós esos mismos labios, que creíamos casi tangibles, se volvieron de pronto difusos.
Nadie está libre de pecado. Yo guardo unos cuantos pares de labios, alguna que otra boca, para soñar despierto de vez en cuando. No sería doloroso si no fuera porque, de noche, me sorprenden de nuevo, sin que yo las llame, sin aviso alguno, para recordarme que una vez me besaron, sí, pero que también me dijeron adiós. Hoy es una noche propicia para ello. Las tormentas siempre vienen cargadas de recuerdos, y a menudo no los eliges, vienen porque sí.
Hoy, como tantas noches, miraré hacia otro lado. Miento a menudo cuando hablo del tema intentando esconder mi cobardía con indiferencia, tirando del manido ‘más vale malo conocido…’, conformándome con lo poco que tengo con tal de no ponerme en peligro. Pero lo cierto es que todos, absolutamente todos, nos morimos por soñar despiertos.
Sabemos que, tarde o temprano, todo se acaba. Nos da igual. Me da igual. Sigo soñando despierto. Si no cierro los ojos la veo. Su pelo rubio, sus ojos claros, y sueño que me sonríe. Y es esa sonrisa la que me empuja cada noche a soñar, a repetir una y otra vez lo que quizá, en un futuro sea algo más que una simple visión. Tengo muy claro que, cuando cierre los ojos, quizá acudan a mi mente un puñado de malos momentos. En algunos también la veo, porque sólo cuando se haya ido podré añorarla a mi antojo. Será entonces cuando su pelo, sus ojos y su sonrisa se conviertan en otro momento amargo, y ya formará parte de mi vida.
Brindo por ello.

No hay comentarios: