martes, 24 de septiembre de 2013

Gigante

Quién nos iba a decir que el miedo era una tibia noche de septiembre, un último rescoldo del verano. Cómo íbamos a saber que la oscuridad no empieza cuando uno se cae sino cuando no puedes levantarte a dar siquiera el primer paso, tú, que todo lo has andado con nosotros subidos a tus espaldas. No hay nada más frío que un amanecer en una carretera extraña. Que ver cómo se hace de día en el día más largo de tu vida mientras tú recuerdas uno por uno los arañazos de una noche que no acaba. Así, separados por una pared, por las manecillas de un reloj que dice todavía que la puerta está cerrada. Y no se abre. Y no te veo. Y es la espera más lacerante que esa llamada en mitad de la noche que te dice 'ven', más dolorosa que esos kilómetros que nos separaban. Es peor imaginar que saber. Duele más estar fuera que escucharte susurrar desde los pies de tu cama.
Pero ¿sabes qué? Eres un gigante, me da igual lo que diga la talla de ese absurdo pijama. Aun encogido en aquellas sábanas en las que apenas te podías mover yo te veía sobresalir por los cuatro lados de la cama. Levantando el brazo para decirnos 'estoy bien', moviendo la pierna para indicarnos las ganas que tienes de volver a casa. Había salido el sol y no era tan fiero el día, habíamos traspasado el temor a los monstruos que nos acechaban.
No han podido con nosotros, el miedo nos ha hecho más fuertes. Sin llegar a verte caer había tras nosotros mucha gente esperando a que te levantaras. Unos metros, el primer examen, y sin haberlo imaginado la vida retorció casi treinta años para volver a dar juntos esas primeras zancadas. Unos pasos, tuyos esta vez, de los muchos que nos quedan por andar. Un comienzo para un buen fin. Una prueba superada.
Aquel trayecto, de la cama al baño, fue muy largo. Se hizo un poco más corta la vuelta de aquel baño a la cama. La tierra se había tambaleado y tú seguías ahí, de pie, con prisa por volver a casa. Esta vez fue verdad, y volvimos a nuestro mundo enteros, con grietas que reparar, con algunas heridas que lamer, con algunos miedos por masticar. Pero juntos. Fuerte para lo que sea que la vida nos traiga mañana.
Se hará de noche otra vez hoy, como ayer, como mañana. Y quizá llegue un día en que el miedo vuelva a colarse por las rendijas de la puerta, a filtrarse por las ventanas, y nos busque. Y elija a cualquiera de nosotros para compartir esa caricia fría, casi helada. Estaremos preparados. Ya nos ha buscado otras veces y le hemos vencido, tenemos un ejército que nos ampara.
Y contamos también con un gigante que cuando caemos nos ayuda a ponernos de pie, y que aun cuando no se puede mover, él siempre se levanta.
Tú siempre te levantas.